Opinión | El acoso en Ciudad Juárez
- Alex González
- 10 oct 2020
- 3 Min. de lectura
En los últimos años, los casos de violencia sexual han aumentado en el municipio. Se hace indispensable visibilizar este problema y tomar las medidas necesarias para erradicarlo.

El miércoles 7 de octubre de 2020, usuarios de Facebook y Twitter difundieron a nivel local en una lista electrónica de denuncias anónimas, para que víctimas de violencia sexual tuvieran la posibilidad de advertir a otras mujeres del peligro que corren al relacionarse con las personas que aparecen en este documento. Sin embargo, ese mismo día, el archivo fue retirado del internet luego de que varios de los señalados lo reportaran con ayuda de sus conocidos.
En el documento destacan los nombres de estudiantes en las universidades y preparatorias de la localidad. Esta situación deja en evidencia la escasa efectividad de los programas ofrecidos en los centros académicos para erradicar la violencia de género. A lo que también se le suma el nulo interés de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), para cesar las actividades de docentes señalados como acosadores.
Aún existe molestia por las acciones que visibilizan a los agresores. Esta vez, el descontento ocurrió porque, desde una perspectiva privilegiada, las denuncias anónimas propician la difamación como venganza por alguna otra razón. En efecto, hay personas que aprovechan la oportunidad para acusar a un inocente, no podemos defender a quien hace esta clase de cosas, pero resulta imprudente que una cifra tan pequeña, sea utilizado para opacar una realidad tan grande.

Lamentablemente, es usual que las víctimas decidan no alzar la voz por miedo a enfrentar represalias por parte de su agresor si su identidad es revelada, también es importante señalar el papel que juega la revictimización en estas situaciones. Sin embargo, cuando la identidad es protegida, hay certeza de que la denuncia no significará un riesgo para ellas y que tampoco serán señaladas por una sociedad poco empática que juzga a las víctimas por su ropa, el lugar en el que se encontraban, las personas con las que convivía o la hora en la que sucedió el ataque.
Cada día más mujeres acceden a posiciones laborales importantes o grados académicos de mayor dificultad, ninguna debería ver truncadas sus metas por ser víctima de violencia sexual. Señalar a los responsables de actos indeseables dentro de estos espacios y retirarlos de ese sitio, no sólo previene delitos, sino que también promueve áreas seguras para las mujeres y la efectividad en estas demandas fomenta una cultura de la denuncia necesaria en la república.
Según el Índice Global de Impunidad 2020, estudio realizado por la Universidad de las Américas de Puebla (UDLAP), México se encuentra entre los diez países con mayor grado de impunidad a nivel mundial junto con otras naciones de América Latina como Guatemala, Guayana, Honduras y Paraguay.
Es necesario que comencemos a dimensionar el problema que enfrenta específicamente nuestro municipio. Hace un año, un grupo de cuatro profesores abusó sexualmente de una colega suya, el medios de mayor difusión en la ciudad catalogó el caso como un “infortunio” y tres de los involucrados siguen libres; a principios de este año, la activista Isabel Cabanillas fue asesinada, hasta el momento, el crimen sigue impune; el pasado mes, un grupo de manifestantes fueron detenidas con violencia por la policía, a pesar de que videos y fotografías evidenciaban las agresiones que sufrieron, los medios locales decidieron darle mayor enfoque a la versión de las autoridades; la Fiscalía Especializada en la Mujer es constantemente señalada como una institución inútil para resolver los problemas que aquejan a las mujeres; el número de feminicidios crece y según esta lista de denuncias anónimas, tenemos más de 800 acosadores en la ciudad que se encuentran dentro de las escuelas, trabajos y los centros de entretenimiento, lugares a los que se asiste para divertirse, no para estar pendiente de lo que un mesero vierte en la bebida.

Estas son sólo algunas de las acciones visibles que los juarenses olvidan antes de opinar acerca de paredes rayadas cuyo mensaje no leen, consignas críticas que se niegan a escuchar y luchas sociales a las que ven con desdén sin tener certeza de porqué ocurre la manifestación. Es peligroso y difícil de asimilar que en una ciudad devastada por la violencia, los habitantes tengan odio por las únicas personas con el valor suficiente para alzar la voz.

El tendedero del acoso en la UACJ, las consignas, manifestaciones, el uso de las paredes como espacio de expresión, y esta lista de denuncias anónimas son fruto del hartazgo que las mujeres sienten porque la sociedad les ha dado la espalda. No debemos molestarnos con las formas que utilicen para visibilizar una situación que, probablemente, a nosotros no nos afecta. Tenemos que dirigir ese odio a los agresores, no a las víctimas por defenderse.
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