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Opinión | Anti igualdad de derechos. La iniciativa del retroceso

  • Foto del escritor: Jesús Castro
    Jesús Castro
  • 31 jul 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 13 jul 2020



Se están viviendo cambios políticos bruscos en estos días y aquellos a quienes les espanta la diversidad, especialmente en la sexualidad, empiezan a crear una sensación de pánico argumentando que la sociedad va a desintegrarse cuando lo único que se va a venir abajo es el mundo reduccionista en el que viven y pretenden que vivamos los demás.


Tomada de Internet

El lunes 29 de julio de 2019 el Ayuntamiento de Juárez rechazó la reforma aprobada por el Congreso del Estado en favor del Libre Desarrollo de la Personalidad que establece a la dignidad humana como un derecho fundamental superior reconocido por el orden jurídico mexicano; sostiene que todo individuo puede elegir en forma libre y autónoma su proyecto de vida. Por esta razón organizaciones autodenominadas como “Profamilia” se han manifestado con lemas como: “con mis hijos no te metas” o “a mis hijos los educo yo” para demostrar su rechazo al matrimonio igualitario. Para colmo también se posicionan en contra de la educación sexual actual en las escuelas argumentando que existe una conspiración de colectivos LGBTTTIQ para deformar la mente de los niños y pervertirlos.


Es difícil ver los discursos de estas organizaciones y pensar que lo que les preocupa realmente son sus hijos mientras se observa como los utilizan de escudos para justificar su homofobia, promover sus discursos llenos de desvaríos absurdos e imponer sus creencias mediante la ley nada más porque dos personas con orientación sexual diferente se aman y han decidido exigir el derecho de tener una familia para poder llevar una vida cotidiana sin tener que invisibilizar su amor.


En México los niños ven ejecutados por todas partes, imágenes religiosas que ilustran muerte y sufrimiento, les hablan de relatos donde la gente muere ahogada por parte del ser misericordioso que los ama y eso no parece molestarles. Considerado lo anterior, quien realmente se preocupa por la salud mental de los menores debió comenzar a realizar marchas para prohibir la proyección de imágenes sangrientas y violentas, así como también contra instituciones religiosas acusadas de muchos casos de pedofilia. Fomentar este tipo de intolerancia en las personas (sin importar la edad) en sin duda un acto de perversión mayor que el que pretender demostrar siendo intolerantes.


El discurso de estas personas debería decir: nos oponemos a que las personas con preferencias sexuales diferentes formen parte de nuestra sociedad y tengan un proyecto de vida, o bien, “mi hijo tiene derecho a ser tan ignorante e intolerante como yo”. En todo caso se trata de negarle el artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice: “Hombres y mujeres con mayoría de edad tienen derecho, sin restricción alguna, por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia. Disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio durante el matrimonio y en su disolución”. El artículo tan claro como los verdaderos objetivos de estos colectivos.


Con respecto a la familia, me parece que las condiciones laborales, los bajos salarios, el desgobierno y la política del abandono son las que poco a poco la han desintegrado y esas deberían ser las principales preocupaciones de los que verdaderamente dicen defender a la familia y a la sociedad.

Nuestro presidente Armando Cabada manifestó su convicción a favor de la familia y de la vida porque, según él, son los ejes fundamentales de la sociedad, pero es él quien tiene desde hace mucho tiempo a gran parte de la ciudad a oscuras y los delincuentes, quienes asaltan y asesinan a personas inocentes dejando a familias destrozadas, están más que agradecidos.


Es necesario dejar estas palabrerías para hacer creer que se está defendiendo a la familia y a los niños porque evidentemente no se está luchando realmente contra el peor enemigo que atenta contra los ejes de la sociedad, y sólo provocan desunión.

Es deber de los ciudadanos ser tolerantes y respetar el pensamiento y las creencias de las demás personas, pero como sostiene la paradoja de Karl Popper: “debemos ser intolerantes con la intolerancia”. Entonces se debe ser intolerantes contra aquellos que fomentan la intolerancia y quieren modificar o erradicar la educación sexual con enfoque de género. Esto generaría un retroceso porque no se puede negar que la sexualidad, (además de tener elementos biológicos y psicológicos) también tiene una dimensión social; y aunque les moleste, los elementos de estas tres dimensiones están presentes en una interjección entre estos tres aspectos.


No está bien que estas personas confundan el sexo biológico con género social o se espanten con las ocho siglas LGBTTTIQ; en todo caso es mejor que no se metan en estudios científicos sobre la sexualidad humana porque ahí sí que verán muchos más términos y siglas, pero es mucho más preocupante que sólo conozcan y asuman el derecho que tienen sus hijos a ser tan ignorantes como sus papás y que afecten los pocos avances en las leyes que realmente pretendían beneficiar a los individuos de esta ciudad cada vez más resquebrajada en beneficio de sus creencias palurdas y obsoletas.

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