Mercedes Barcha, el corazón de Cien Años de Soledad
- Natalie Montoya
- 19 ago 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 mar 2021
En mi décimo octavo cumpleaños, una tía me regaló una edición de Cien años de soledad, obra del fallecido Gabriel García Márquez. Mi familia sabe que me gusta leer y que devoro libros como si fuera pan caliente; de hecho, recuerdo muy bien que aquella tía mía me dijo que era una lectura que no debería de perderme. Y, tenia razón. Aquel libro sigue postrado en lo alto de mi librero, cargando con el titulo de ser uno de mis favoritos. Marcó un antes y un después en mi travesía del mundo literato. No había sido la primera vez que leía a este autor, pero sí fue la primera vez que me sacudí tan fuerte con una lectura así; me tocó el alma y la piel. Fue mi perdida de la virginidad literata.

La trama de esta novela gira entorno al legado de la familia de los Buendía, quienes fueron condenados con una especie de maldición: si había casamiento entre parientes, sus descendientes portarían una cola de cerdo. Imaginativa, cruda y fatídica, la novela cuenta con 471 páginas y 20 capítulos en los que García Márquez nos enreda en la historia dejándonos el corazón apretado; como si hubiéramos vivido esos cien años que señala el titulo.
Junto a El amor en tiempos de cólera y Crónica de una muerte anunciada, Cien años de soledad es una historia que no hubiera sido posible de no ser por una musa, una inspiración. En el caso del periodista, de su esposa, Mercedes.
El pasado sábado 15 de agosto de 2020, a los 87 años, una mariposa amarilla se llevó el alma de Mercedes Barcha, dejando atrás su cuerpo. Falleció por problemas respiratorios en compañía de sus hijos y sus nietos. Más de 50 años permaneció al lado de Gabo, tiempo en el que brindo apoyo en todo momento y que de su amor nacerían sus dos hijos: Gonzalo y Rodrigo.
La noticia llegó a mi en las primeras horas del domingo, cuando navegaba entre Twitter. Había silencio y poca difusión, lo cual hasta llega a ser comprensible. No porque el hecho no sea importante, sino porque realmente no había mucho qué decir; solo quedaban las miles de páginas que su esposo le dedicó, las fotografías en las que regala una enorme sonrisa y el recuerdo que tengo sobre la anécdota en la que Gabo argumenta que, de no ser por Mercedes, no habría novela.

Para una entrevista de televisión en 1976, el ganador del Premio Nobel de Literatura relata las circunstancias que atravesaba en el momento que escribía su novela. “Era una época que no era fácil, porque no teníamos dinero. Pero, era en cambio una época muy buena porque estaba escribiendo como un tren”, dice el escritor. La novela se cocinaba y fue Mercedes quién se hizo cargo de lo demás. Los hijos, la casa, los gastos… ella manejó todo.
Durante aquel tiempo, el hombre que era dueño de la casa en la que habitaban les había llamado para decirles que debían tres meses de pago. “¿Cuánto tiempo te falta para terminar el libro?” preguntó su esposa, apartando su atención de la llamada telefónica, y Gabo dijo que como seis meses. Ella retoma la línea y dice: “Mire, señor, no sólo le debemos tres meses, sino que le vamos a deber seis más”. Llegaron al acuerdo de que a los siete meses se pagaba todo lo que debían, un trato que ambos cumplieron.
Cuando terminó la novela, se dirigieron a la oficina de correos. Eran 700 páginas y costaba 83 pesos el envió de México hasta Argentina. No les alcanzaba, solo tenían la mitad. ¿Qué sucedió? Solo enviaron lo equivalente a 45 pesos. Al llegar a su casa, Mercedes tomó lo único que quedaba para empeñar: el calentador de su esposo, su secadora de cabello y la batidora que usaba para preparar jugos a sus niños. A cambio, El Monte de Piedad le dieron unos cincuenta pesos por todo, con ello pudieron enviar lo que faltaba del libro. “Ahora, lo único que falta es que esta novela sea mala”. Qué gusto que estuviera equivocada.
Para mi, Mercedes es una extraña. Alguien que no tuve la suerte de conocer. A su marido solo lo pude visualizar a través de sus letras, de las historias que me rompieron el corazón y suspirar. Pero le puedo agradecer por ayudar a que este libro saliera a luz, a que se ganara el titulo de la cumbre indiscutible del realismo mágico y el reconocimiento internacional, hasta llegar a mis manos en aquel cumpleaños. El mejor regalo que he recibido en un cumpleaños.
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