"Sentirme quien realmente soy" #Pride
- Staff - Colaboración
- 30 jun 2021
- 7 Min. de lectura
Reportaje por Joel Iván Gómez Cruz, Carlos Hielo y Jorge Salcido
A las personas al nacer se les asigna un sexo por sus genitales: masculino o femenino, sin importar que en el futuro no se sientan representadas de esa manera. Es por ello que una parte de las personas trans deciden iniciar con un tratamiento hormonal para percibirse como el género que realmente sienten.

Fue cuando terminó la preparatoria en 2016 que Alex Morales decidió que quería someterse al tratamiento hormonal para cambiar de género. Ya con la mayoría de edad, empezó a conocer más sobre temas LGBT. Acompañada de amigos, comenzó a asistir a bares y antros en los que observó shows de travestis. Conoció mucha gente en esa época de autodescubrimiento. Entre las pláticas que tuvo se tocó el tema del tratamiento hormonal. Así fue como se enteró. “Una de las amigas que hice, que recién empezaba a hacer shows, me dijo que fuera al Centro Médico de Especialidades, de la avenida de las Torres, y que hiciera una cita. Yo fui y la recepcionista me dijo que mi cita era con el endocrinólogo. Ahí él me pasó a su consultorio y le platiqué todo”, relata Álex.
Un estudio sobre el manejo médico de personas transgénero en la niñez y la adolescencia de la investigadora María Castilla menciona que las personas transgénero o con inconformidad de género se identifican a sí mismas con un género distinto al que tienen asignado por su sexo, es decir, que, por ejemplo, desde el nacimiento a una persona se le asignó que era masculina, pero al pasar los años se dio cuenta que se sentía identificado como femenina.
María Castilla menciona que no hay que confundir la identidad de género con la orientación sexual. “La orientación sexual tiene que ver con el sexo hacia el cual se siente atraída una persona, romántica, erótica y sexualmente: hacia los de su mismo sexo, hacia los del sexo opuesto o hacia ambos, pudiendo ser homosexual, heterosexual o bisexual, respectivamente”.
Álex llevó todo el proceso de orientación y valoración por medio de aquella clínica particular. Sin embargo, fue un proceso largo y costoso para ella, ya que el endocrinólogo necesitaba la aprobación de un psiquiatra para comenzar con el tratamiento. La mandaron con una doctora del mismo centro médico, pero ubicado al otro extremo de la ciudad.
“La psiquiatra me cayó gorda. Yo no quería ir, pero era necesario. No me gustó porque me cuestionaba todo, desde que nací, para entender los motivos de mi decisión, pero fue muy incómodo; además, las sesiones eran de 20 minutos, 20 minutos que costaban $700. Se supone que eran 6 o 7 sesiones, pero bastaron 3 para que se diera cuenta de que mis intenciones eran legítimas”.

Daniel García, coordinador general del colectivo , comenta que el requisito del psiquiatra “tiene que ver para descartar enfermedades mentales, como bipolaridad, personalidad múltiple, esquizofrenia, etc., pero básicamente por protección legal para el personal médico”.
La inconformidad de género, afirma Castilla, “no es considerada como una enfermedad mental por el manual de clasificación de condiciones psiquiátricas, DSM-V, ni por la Endocrine Society”. No obstante, el profesional de la salud mental cumple con un papel importante en la atención de estos pacientes, como ayudarlos en la disforia, que es el malestar psicológico ocasionado por la incongruencia de género, menciona la investigadora.
Para Alex fue un gasto innecesario las citas con la psiquiatra. Sin embargo, prefirió pagarlas a tener que toparse con más dificultades, como ella supone, en clínicas del Seguro Social.

Automedicación
De vuelta con el endocrinólogo, ya con la aprobación de la psiquiatra, le recetaron las hormonas, las cuales Alex cataloga de “muy caras”. Era espironolactona, en 600 pesos y Premarín, de 24 grageas en 800 y 1000 las de 42 grageas. De las primeras debía tomarse una cada 12 horas y de las segundas una cada 8.
“12 días me duraban los estrógenos y estaban muy caros. Por eso solo seguí esa receta por un año. En ese año sentí algunos cambios, físicos principalmente, porque en cuanto a cambios psicológicos ninguno. Sigo pensando igual…bueno, ahora todo me vale más madre. Los cambios físicos, pues ya se pueden imaginar. Me veo más gorda. Eso sí, como a los 8 meses me empezaron a doler los pechos. Mi voz fue muy clara desde siempre, así que no cambió gran cosa”.
De acuerdo con Daniel García, un hombre trans que no utiliza los servicios del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) o del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) gasta apropiadamente 20 mil pesos en consultas, análisis y hormonas.
Luego de ese año tomando las hormonas recetadas por el endocrinólogo, Álex decidió probar otras alternativas: pastillas e inyecciones que le recomendaron sus amigas, pues, según lo que le comentaban, eran más baratas y eficientes. “Siempre va a haber una trans atrás y delante de ti, que te va a decir que te ves muy bien y te va a recomendar tomar otras cosas”.

Uno de estos tratamientos alternativos consistía en inyecciones de Gravidinona, que suele utilizarse en embarazos de riesgo por deficiencias hormonales. “Cuando a la chica de la farmacia se le hizo extraño que fuera tan seguido a comprar Gravidinona, me preguntó si alguien en mi casa tenía un embarazo delicado, y yo le dije que sí, que mi hermana. Después pasé a la Espironolactona y luego a otra más barata, que tiene la misma función, solo que la Espironolactona es de 100 miligramos y el que tomo ahorita es de 25 miligramos y es más económico. Se usa como un bloqueador de testosterona, un diurético que lo usan quienes tienen problemas de próstata”.
No es recomendable automedicarse. Daniel García señala que “una receta es como una camisa hecha a la medida de cada persona. Desconocemos si tenemos condiciones de salud previas que compliquen la terapia de reemplazo hormonal. Por ello siempre se solicitan diversos análisis clínicos, como el SMAC 30, perfil hormonal, etc.”.
Cambio de identidad
Ante la ley, Álex sigue siendo una persona del sexo masculino, ya que no ha conseguido cambiar su identidad: “He tratado de cambiar mi nombre. Trabajé en un bar, conocí a un abogado que me iba a ayudar, el proceso se extendió año y medio, y nada. Me llegó una información de Coahuila, que me podía cambiar el nombre allá habiendo nacido en Sonora”.
El trámite para realizar el cambio de identidad se hace en el Registro Civil con la documentación necesaria. En caso de negación, comenta Daniel García, hay que iniciar un proceso de amparo o ir a la Ciudad de México o a Saltillo para realizar los cambios en la documentación.

Si bien la Comisión Nacional de los Derechos Humanos realizó un documento sobre los derechos humanos de las personas transgénero, transexuales y travestis para visibilizar que todos, sin excepción alguna, tienen derechos, aún hay servidores públicos que estigmatizan a los trans. En el mismo documento se lee que “existen particulares y personas servidoras públicas que dentro de sus ámbitos de decisión e influencia, se empeñan en perpetuar acciones que estigmatizan, minimizan, menoscaban y anulan la dignidad, derechos y libertades de las personas Trans”.
El último párrafo del artículo primero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice que está prohibida toda discriminación que sea motivada por “origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales…”.
Sin embargo, la discriminación hacia las personas trans sigue presente. La articulista Leah Muñoz indica que no solo ocurre que se les niega el empleo por considerarlas como inferiores a las personas cisheterosexuales (personas cisgénero, que su identidad de género es congruente con su sexo al nacimiento, y heterosexuales), sino que existe un hostigamiento por parte de compañeros y jefes en aquellas personas trans que sí cuentan con un trabajo.
El acceso a los servicios médicos es muy importante para las personas trans. Por ello se creó un protocolo para el Acceso sin Discriminación a la Prestación de Servicios de Atención Médica de las Personas Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Travesti, Transgénero e Intersexual por parte de la Secretaría de Salud. Daniel García asegura que no siempre es respetado el protocolo. “Muchos médicos argumentan que se trata de algo estético y no de salud. Incluso a un hombre trans una endocrinóloga que atiende en el Hospital General de la Zona #35 le comentó que “ella no estaba dispuesta a dañar un cuerpo sano”.
Tanto las personas trans como los médicos deben de conocer que existe dicho protocolo. Tal fue el caso de Ashley Muñoz que acudió con su médico familiar a solicitar un tratamiento hormonal. Imprimió el protocolo para no tener ningún problema en la consulta. Su médico, al principio, se negó a darle el tratamiento porque solo se atendían a personas que enfermas o graves, y que “el ser una persona trans no es una enfermedad”. Ella le mostró el protocolo y el médico la mandó con el director. El director también se negó y ni siquiera revisó el protocolo. Ashley se comunicó con una abogada para pedir ayuda. Tiempo después el director de la clínica “accedió porque le dio miedo”.
Daniel García afirma que las personas trans viven con un alto nivel de ansiedad y depresión, producto de la discriminación que viven, y que pueden llegar a tener ideas suicidas. Por otro lado, Castilla dice que “los factores que se han asociado con una menor probabilidad de ideas e intentos suicidas en este grupo de personas son el apoyo familiar y social, un bajo nivel de transfobia en el medio y la transición de género”.

Ashley Cano comenta que las hormonas son como si le dieran “superpoderes”, ya que, en su caso, no ha tenido nada negativo a lo largo de su medicación, además de que la hacen sentir bien consigo misma. El tratamiento “me hace sentir lo que realmente soy”.
Alex permanece sin avances en su cambio de identidad, y el hecho de haber nacido en otro estado lo complica todavía más. En su trabajo, una maquiladora de arneses, el único problema que ha tenido es que a la hora de aplicar a una vacante para otro puesto siente que no la consideran.
“Uno de los problemas de la mayoría de las personas es que opinan y juzgan sin saber qué pasa con las personas, no saben la diferencia entre lo que es ser travesti, transgénero o transexual. Eso me caga de la gente, que te ven y para ellos eres solo un maricón más”.
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