Crítica | Judas y el Mesías Negro | Una traición sin maldad u odio
- Braulio Pérez
- 27 abr 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 28 abr 2021
Título original: Judas and the Black Messiah. Director: Shaka King. Reparto: Lakeith Stanfield, Daniel Kaluuya, Jesse Plemons y Dominique Fishback. Fecha de Estreno: 1 de abril de 2021 (MX)

Esta cinta está basada en la historia de William O’Neal (Interpretado por Lakeith Stanfield), un hombre afroamericano quien en 1968 se convierte en informante del FBI tras un intento frustrado de robo de auto en el que se hizo pasar por un agente federal. Con una posible sentencia de casi 6 años en prisión, el gobierno americano le ofrece absolverlo de los cargos si se infiltra en el Partido Pantera Negra y se gana la confianza de su líder, Fred Hampton (Daniel Kaluuya).
En esta película lo importante no es qué tan exactos son los hechos retratados, sino cómo utiliza todos los elementos de esa historia para narrarla de una forma más artística, al final de cuentas no es un documental. En este thriller histórico se nos presentan los últimos años de vida del líder de uno de los partidos más controversiales en la historia de los Estados Unidos, y esa controversia se ve expuesta y pasmada en la vida y las creencias sociopolíticas de aquel que a quien le “lavó sus pies”.

El personaje principal en esta cinta, es decir, nuestro Judas, no es mostrado como un hombre malvado, sino como alguien que está limitado por su propia visión y teme a las represalias de sus crímenes, esto lo lleva a involucrarse de forma indirecta en movimientos sociales que poco a poco le muestran con mayor profundidad la realidad en la que vive y que lo orilló a la situación de traicionar a toda su gente. Sin embargo, tampoco se nos insinúa en la cinta que las panteras negras fueran al 100% unos mártires de la humanidad, no, también muestra lo fácil que algunos podían radicalizarse bajo el estandarte del ideal del partido al incitar un conflicto armado. Este contraste es lo que lleva al limite al personaje de O’Neal y termina por partir a la mitad su identidad.
El ritmo de la película es completamente abismal, todas sus secuencias de tensión, romance, miedo, intriga o suspenso son logradas gracias al enfoque que decide utilizar el director al capturar las reacciones de los distintos personajes que presencian una conspiración, un discurso, conversaciones que involucran asesinatos o esos asesinatos, en lugar de mostrar el suceso en sí. De esa forma toda la emotividad de la cinta recae en los actores, quienes con sólo sus miradas dicen todo.

El personaje de Fred Hampton es otro de los puntos fuertes del filme, ya que en él vemos todo el peso simbólico que cargan sus creencias e ideas por las que está dispuesto a pelear y morir, pero no es presentado como un jefe bonachón, en lugar de eso lo vemos frágil, indeciso, vulnerable, empoderado, decidido, etc. Es decir, más que verlo como un líder, podemos comprenderlo como humano. Y es esa misma humanidad lo que da como resultado el final del personaje de O’Neal, pues Hampton enfrenta una sentencia larga e injusta en prisión, pero decide aceptarla y seguir luchando desde ahí, lo que se convierte en una bofetada narrativa para O’Neal y, después de haber entendido la importancia del movimiento aún con sus defectos, comprende la gravedad de su traición… pero es tarde. Todo eso convierte a William O’Neal en un personaje trágico y nos entrega un final ácido.

Con una espectacular banda sonora compuesta de jazz que recuerda al cine noir, pero que incluye sonidos de tambores y trompetas de marfil, Judas y el Mesías Negro es una película que retoma un capítulo trágico de la historia afroamericana, pero decide utilizar una perspectiva y enfoque diferentes, para darnos a entender todo lo que está en medio de dos posturas opuestas, a lo que estarían dispuestos a llegar algunos para no perder lujos o su estilo de vida en general y que las acciones y decisiones que tomemos nos perseguirán por el resto de nuestras vidas.
¨PUEDES ASESINAR AL REVOLUCIONARIO, PERO NO PUEDES ASESINAR LA REVOLUCIÓN¨
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